Si hay una pintura reconocible a los ojos del venezolano promedio, esa es Miranda en La Carraca, el lienzo que Arturo Michelena creó en 1896. La obra del valenciano se mantiene fresca en la memoria de quienes visitan la Galería de Arte Nacional, donde se halla el grueso de su trabajo, de quienes hojean los libros de historia y educación artística y de quienes transitan por la esquina de Urapal, en La Pastora, donde se encuentra su vieja casa taller, convertida en museo hace exactamente 50 años, en ocasión de su centenario.
Hoy se conmemora el 150° natalicio del artista nacido el 16 de junio de 1896. El museo no anunció ninguna programación alusiva.
La obra de Michelena ha sido valorada como pionera en la historia del arte del país. Data del siglo XIX y es de corte academicista y heroico. “Él y sus contemporáneos son los que inician la pintura como carrera en Venezuela. Anteriormente, en el país se hacía un arte costumbrista, muy naive o colonial. Evidentemente que la importancia de Michelena hoy radica en que fue un gran pintor, muy talentoso y con una gran sensibilidad”, indica la curadora Bélgica Rodríguez.
La especialista asegura que uno de los mayores méritos de Michelena fue el hecho de haber sido reconocido como pintor en el exterior, específicamente en París, meca del arte mundial. A esa ciudad llegó en 1885, a los 22 años de edad, con una beca concedida por el entonces presidente Antonio Guzmán Blanco. Allí cursó estudios en la Academia Julian. Dos años después de su llegada a la Ciudad Luz obtuvo la Medalla de Oro en Segunda Clase en el Salón Oficial Francés con el lienzo El niño enfermo, subastado en 2004 por Sotheby’s en 266.500 dólares, un récord para un artista venezolano.
El otro gran reconocimiento llegó en 1889, con la pieza Carlota Corday camino al cadalso, que le valió la Medalla de Oro en Primera Clase de la Exposición Universal de París. “Como artista, Michelena respondió a su época y a una pintura universal. Manejó los códigos academicistas y formalistas dados por la escuela de París. Algo que hay que valorar es la importancia que le daba al dibujo en su obra, así como su dominio de los grandes formatos y el hecho de que pintaba con un estilo muy propio, sin ajustarse a ninguna corriente, a pesar de que trabaja en plena época del impresionismo francés”, continúa Rodríguez.
Lo heroico y lo mítico, las escenas de batallas y de combates taurinos, así como los retratos de damas y niños fueron sus temas fundamentales. El museo que lleva su nombre (la casa de La Pastora en la que vivió junto con su esposa, Lastenia Tello de Michelena) atesora óleos como La vara rota, Boceto para el Gran Premio Miranda Hipódromo de Sabana Grande, Autorretrato con gorguera y Carlota Corday camino al cadalso. En la Galería de Arte Nacional estánMiranda en La Carraca, La joven madre, Leda y el cisne y La caridad. Aunque murió a los 35 años de edad, víctima de la tuberculosis, dejó una vasta obra que, a juicio de la educadora Nancy Farfán, no ha sido lo suficientemente divulgada. “Michelena es visto tanto por docentes y alumnos como el gran pintor venezolano. Es el artista más reconocible, el que está fijado en la conciencia colectiva del estudiantado. Todos lo nombran y gusta porque no está encasillado en ninguna corriente. Es un orgullo para los estudiantes de bachillerato saber que él pintó Miranda en La Carraca. Su otra obra más reconocible, sobre todo por quienes cursan cuarto año, es El niño enfermo. Sin embargo, él hizo muchos más cuadros que no conoce casi nadie, como La última cena, que quedó inconcluso. Creo que su obra debe ser retomada, hay que mostrarla más e ir más allá de los lienzos más famosos”.
De acuerdo con el libro Arturo Michelena, publicado en la Colección Arte Venezolano, el valenciano mostró un talento excepcional para el dibujo desde la niñez. A temprana edad había hecho un autorretrato, paisajes y escenas religiosas y costumbristas. El autor Néstor Balza destaca sus habilidades para la composición y su dedicado trazo. “Para esta época hace retratos de enfermos mentales y personajes de su ciudad natal, con la técnica del temple”. De adolescente, realizaba trabajos por encargo. Junto con su padre creó una Escuela de Dibujo y Pintura en Valencia. Le gustaban los temas históricos y en 1883, a la edad de 20 años, presentó su primera pieza ante Guzmán Blanco, una obra titulada Alegoría de la república, con la cual aspiraba a obtener una pensión de estudios. Ese primer intento fue en vano, pero dos años después llegó a París junto con Martín Tovar y Tovar.
A los 26 años de edad regresó a Caracas, se casó con Lastenia y montó su taller en La Pastora. Además de sus lienzos, Michelena desarrolló una importante obra mural para el Palacio de Miraflores en 1897, un año después de que le encomendaran la célebre Miranda en La Carraca, que según el historiador Roldán Esteva-Grillet es la imagen del arte venezolano más reproducida en libros y revistas. El creador falleció el 19 de julio de 1898. En 1948, sus restos fueron trasladados al Panteón Nacional.
La cifra
266.500 dólares pagó un coleccionista en 2004 por el lienzo El niño enfermo en una subasta realizada por Sotheby’s. Fue un precio récord